Una canción de cruzada escrita para animar a los cristianos a participar en una cruzada contra los almohades. Fue compuesta tras la derrota de Alarcos (19 de julio 1195) y el avance almohade de Abu Yusuf en la Península Ibérica. La cruzada preparado para lo que iba a ser la batalla de las Navas de Tolosa en 1212
Señores, por nuestros pecados crece la fuerza de los sarracenos; Saladino tomó a Jerusalén (en 1187) y aún no se ha recuperado.
Porque hace saber el rey de Marruecos que combatirá a todos los reyes de cristianos con sus pérfidos andalusíes y árabes, armados contra la fe de Cristo.
Ha convocado a todos los alcaides (gobernadores de fortalezas), almohades, moros, godos y beréberes, y no queda fuerte ni débil que no los haya reunido a todos.
Nunca cayó lluvia tan torrencial como cuando ellos pasan y toman los llanos. Los deja alimentarse, como ovejas, de la carroña destinada a los milanos, y no queda brote ni raíz.
Los que ha escogido tienen tanto orgullo que se figuran que todo el mundo se les someterá. Marroquíes y almorávides se instalan en los montes y en medio de los prados.
Fanfarronean entre ellos: "¡Francos, dejadnos sitio! Nuestros son la Provenza y el Tolosanés y todo lo que media hasta el Puy."
Nunca fue oída fanfarronada tan feroz en los falsos perros, malditos sin fe.
Escuchadlo vosotros, el emperador (Enrique IV, 1191-1197), el rey de Francia (Felipe Augusto, 1180-1223), con sus primos, y el rey inglés (Ricardo Corazón de León, 1189-1199), conde de Poitiers: socorred al rey de España.
Que nunca nadie pudo estar tan cerca para servir mejor a Dios. Con él venceréis a todos los perros que Mahoma ha embaucado y a los renegados tornadizos.
Jesucristo, que nos predicó para que nuestro final fuera bueno, nos enseña que éste es el camino recto: pues con la penitencia será perdonado el pecado que partió de Adán (bula de Inocencio III con indulgencias de cruzada en la campaña que terminó en Las Navas), y nos quiere dar firmeza y seguridad de que, si creemos en Él, nos pondrá entre los que están más arriba y será nuestra guía contra los falsos felones viles.
Ya que estamos aposentados en la gran fe, no dejemos nuestras heredades a perros negros ultramarinos. Cada uno reflexione antes de que nos alcance el daño: a portugueses, gallegos, castellanos, navarros, aragoneses y de Cerdeña los hemos dejado como barrera y los han rechazado y humillado.
Cuando vean a los barones cruzados: alemanes, franceses, de Cambray, ingleses, bretones, angevinos, bearneses y gascones, mezclados con nosotros, y los provenzales todos en una muchedumbre, podréis estar seguros de que, con los hispanos romperemos la invasión y les cortaremos la cabeza y las manos hasta haberlos muerto y aniquilado a todos. Luego se repartirá entre nosotros todo el oro.
Gavaudan será profeta de que ocurrirá lo que ha dicho.
¡Mueran los perros! Y Dios será honrado y servido donde Mahoma era reverenciado.
Señores, por nuestros pecados crece la fuerza de los sarracenos; Saladino tomó a Jerusalén (en 1187) y aún no se ha recuperado.
Porque hace saber el rey de Marruecos que combatirá a todos los reyes de cristianos con sus pérfidos andalusíes y árabes, armados contra la fe de Cristo.
Ha convocado a todos los alcaides (gobernadores de fortalezas), almohades, moros, godos y beréberes, y no queda fuerte ni débil que no los haya reunido a todos.
Nunca cayó lluvia tan torrencial como cuando ellos pasan y toman los llanos. Los deja alimentarse, como ovejas, de la carroña destinada a los milanos, y no queda brote ni raíz.
Los que ha escogido tienen tanto orgullo que se figuran que todo el mundo se les someterá. Marroquíes y almorávides se instalan en los montes y en medio de los prados.
Fanfarronean entre ellos: "¡Francos, dejadnos sitio! Nuestros son la Provenza y el Tolosanés y todo lo que media hasta el Puy."
Nunca fue oída fanfarronada tan feroz en los falsos perros, malditos sin fe.
Escuchadlo vosotros, el emperador (Enrique IV, 1191-1197), el rey de Francia (Felipe Augusto, 1180-1223), con sus primos, y el rey inglés (Ricardo Corazón de León, 1189-1199), conde de Poitiers: socorred al rey de España.
Que nunca nadie pudo estar tan cerca para servir mejor a Dios. Con él venceréis a todos los perros que Mahoma ha embaucado y a los renegados tornadizos.
Jesucristo, que nos predicó para que nuestro final fuera bueno, nos enseña que éste es el camino recto: pues con la penitencia será perdonado el pecado que partió de Adán (bula de Inocencio III con indulgencias de cruzada en la campaña que terminó en Las Navas), y nos quiere dar firmeza y seguridad de que, si creemos en Él, nos pondrá entre los que están más arriba y será nuestra guía contra los falsos felones viles.
Ya que estamos aposentados en la gran fe, no dejemos nuestras heredades a perros negros ultramarinos. Cada uno reflexione antes de que nos alcance el daño: a portugueses, gallegos, castellanos, navarros, aragoneses y de Cerdeña los hemos dejado como barrera y los han rechazado y humillado.
Cuando vean a los barones cruzados: alemanes, franceses, de Cambray, ingleses, bretones, angevinos, bearneses y gascones, mezclados con nosotros, y los provenzales todos en una muchedumbre, podréis estar seguros de que, con los hispanos romperemos la invasión y les cortaremos la cabeza y las manos hasta haberlos muerto y aniquilado a todos. Luego se repartirá entre nosotros todo el oro.
Gavaudan será profeta de que ocurrirá lo que ha dicho.
¡Mueran los perros! Y Dios será honrado y servido donde Mahoma era reverenciado.
Esta canción fue compuesta en ocitano, por el juglar Gavaudan, en un intento por llamar a la cruzada hispanica a los caballeros europeos.
El poeta, canto y trabajo para la corte de Aragón, y mas tarde del reino de Castilla durante el siglo XII
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