Ante las numerosas cartas recibidas en esta redacción, nos vemos obligados a publicar una de ellas en relación a un artículo publicado recientemente en un medio de comunicación sobre la DIvisión Azul.
Francisco Torres García.- En su edición del domingo seis de noviembre, el diario del grupo Intereconomía, La Gaceta, que dirige el periodista Carlos Dávila incluía un artículo a toda página dedicado a la División Azul firmado por el profesor José Luis Rodríguez Jiménez, bajo el ya de por sí insultante título de “Ni Azul ni de Voluntarios”. Todo ello después de que La Gaceta, como otros medios, ignorara el reciente Congreso Internacional de Historiadores celebrado en la Universidad San Pablo-CEU, en el que participaron todos los expertos, a excepción de Rodríguez Jiménez, nacionales o extranjeros, que han investigado o están investigando sobre la presencia de los voluntarios españoles en el frente ruso.
En la inauguración de dicho Congreso el general Agustín Muñoz-Grandes, hijo del primer jefe de la División Azul, afirmó que aún peor que una mentira es una verdad a medias y que, por tanto, es preciso denunciarla y evitar que se extienda. Parece como si Carlos Dávila, director de La Gaceta, le hubiera oído pero no escuchado aprestándose a poner su medio al servicio de esa “verdad a medias” o “mentira con algunas dosis de verdad” que practican autores como Martínez Reverte o Rodríguez Jiménez.
A nadie que conozca la bibliografía existente sobre la División Azul le pueden sorprender las tesis de Rodríguez Jiménez, autor de un libro de escasa difusión, que ha acabado en los mercadillos de saldo, significativamente titulado “De héroes e indeseables. La División Azul”. Texto lleno de errores, prejuicios, desenfoques, desconocimiento y manipulación de las fuentes que más debiera causarle sonrojo que orgullo pero que, a buen seguro, le permitió escalar posiciones académicas.
¿Por qué La Gaceta, diario que blasona de representar a quienes se sienten “orgullosos de ser de derechas”, según reza a propaganda de Intereconomía, encargó un artículo sobre la División Azul a un escritor cuyas tesis mejor cuadrarían en las páginas de Público? ¿Por qué La Gaceta, diario “orgulloso de ser de derechas”, ha cedido sus páginas para difundir las tesis de la izquierda y vituperar de paso a miles de españoles? No lo sé, pero me consta que más de un divisionario o un familiar de los mismos sintió ganas de vomitar cuando leyó el artículo de La Gaceta. Periódico que, a buen seguro, alguno ha dejado de comprar.
Para el artículo publicado en La Gaceta la División Azul no estuvo compuesta por falangistas/derechistas voluntarios; alguno hubo pero fueron una minoría, nos informa. Sin embargo, lo que sí abundaron, según tan docta opinión, fueron los jóvenes de clase baja (¿de dónde ha sacado este dato el articulista?) obligados a ir por el Ejército, reclutados a la fuerza en los cuarteles, desafectos al régimen, hijos de fusilados o de prisioneros republicanos recién liberados… Eso sí, José Luis Rodríguez Jiménez ha tenido cuidado a la hora de no reproducir su tesis de que los mandos militares fueron a Rusia por ambición, para ganar ascensos y pasta, no fuera a ser que por eso no pasara La Gaceta. Y, sólo veladamente, nos ha dicho que los voluntarios fueron a Rusia para ganar dinero. Con ello pretende ocultar algo fundamental: la existencia, en aquellos años, de una poderosa y fuerte ideología anticomunista. Y es que para la mentalidad progresista no es admisible que existieran jóvenes que voluntariamente quisieran ir a luchar y morir para poner punto y final al comunismo. Precisamente eso es lo que molesta de la División Azul.
El artículo de José Luis Rodríguez Jiménez, que es preciso contestar y denunciar, está lleno de verdades a medias que acaban falsificando y manipulando la historia. Pongámoslas en evidencia y juzgue el lector el grado de colaboración de La Gaceta en esa falsificación y en el menosprecio o el desprecio que sobre la División transmite el autor:
a) Comienza el articulista menospreciando o despreciando a la unidad militar española, cuando por el volumen de efectivos que poseía y por su propia estructura se aproximaba más a un Cuerpo de Ejército que a una División, tal y como ha demostrado con profundidad y documentación el profesor Carlos Caballero.
b) Nos dice a continuación, extendiendo la insidia del menosprecio, que la División no participó en “ninguna de las rupturas del frente” siendo utilizada por “el mando alemán en pequeñas escaramuzas ofensivas”, y “sobre todo en la defensa de un frente estacionario”, entre 1941 y 1942. Lo único que revela tamaña interpretación es lo ayuno que está Rodríguez Jiménez en lo referente al análisis militar de las operaciones en los sectores de los frentes de Leningrado y el Voljov. No conoce la historiografía soviética donde esas “escaramuzas ofensivas” se convierten en la “ofensiva/batalla Tikhvin-Volkhov”, que se saldó con la derrota alemana y que salvó a Leningrado de caer en diciembre de 1941. En esas operaciones la División Azul fue una de las puntas de lanza de la ofensiva general del Grupo de Ejércitos en que se encontraba integrada. Siete días después de llegar al frente la unidad española ya participaba en esta gran operación. Es evidente que Rodríguez Jiménez desconoce también lo que en realidad fue la continuada batalla que se libró en torno a la ciudad entre 1941 y 1943 y no ha leído las obras del máximo experto en esos combates, David M. Glantz. Lo que desde aquí le recomiendo que haga.
c) No contento con el desprecio o el menosprecio nos precisa que la División Azul se dedicó en el frente de Novgorod a buscar y capturar guerrilleros rusos. No cabe mayor insulto a la sangre derramada, al heroísmo de los españoles. Precisemos: tras la derrota alemana en Tikhvin los soviéticos tenían como objetivo recuperar Novgorod, la ciudad defendida por los españoles, lo que se encargó al 52ª Ejército soviético. Muñoz Grandes se comprometió a defender sus posiciones hasta la muerte y demostró que estaba dispuesto a realizarlo. El tanteo realizado por los soviéticos sobre las posiciones españoles se saldó con un fracaso para el Ejército Rojo por lo que el asalto no se produciría directamente sobre la División Azul sino en sus flancos. La División Española, pese a sus bajas, era un 30% más potente que cualquier unidad alemana. Los españoles cedieron fuerzas, una y otra vez, a las unidades germanas próximas o acudieron en socorro de las mismas solventando situaciones tácticamente graves. Ni era, como con ignorancia afirma Rodríguez Jiménez, un frente estático ni los españoles se dedicaban a cazar partisanos.
Francisco Torres García.- En su edición del domingo seis de noviembre, el diario del grupo Intereconomía, La Gaceta, que dirige el periodista Carlos Dávila incluía un artículo a toda página dedicado a la División Azul firmado por el profesor José Luis Rodríguez Jiménez, bajo el ya de por sí insultante título de “Ni Azul ni de Voluntarios”. Todo ello después de que La Gaceta, como otros medios, ignorara el reciente Congreso Internacional de Historiadores celebrado en la Universidad San Pablo-CEU, en el que participaron todos los expertos, a excepción de Rodríguez Jiménez, nacionales o extranjeros, que han investigado o están investigando sobre la presencia de los voluntarios españoles en el frente ruso.
En la inauguración de dicho Congreso el general Agustín Muñoz-Grandes, hijo del primer jefe de la División Azul, afirmó que aún peor que una mentira es una verdad a medias y que, por tanto, es preciso denunciarla y evitar que se extienda. Parece como si Carlos Dávila, director de La Gaceta, le hubiera oído pero no escuchado aprestándose a poner su medio al servicio de esa “verdad a medias” o “mentira con algunas dosis de verdad” que practican autores como Martínez Reverte o Rodríguez Jiménez.
A nadie que conozca la bibliografía existente sobre la División Azul le pueden sorprender las tesis de Rodríguez Jiménez, autor de un libro de escasa difusión, que ha acabado en los mercadillos de saldo, significativamente titulado “De héroes e indeseables. La División Azul”. Texto lleno de errores, prejuicios, desenfoques, desconocimiento y manipulación de las fuentes que más debiera causarle sonrojo que orgullo pero que, a buen seguro, le permitió escalar posiciones académicas.
¿Por qué La Gaceta, diario que blasona de representar a quienes se sienten “orgullosos de ser de derechas”, según reza a propaganda de Intereconomía, encargó un artículo sobre la División Azul a un escritor cuyas tesis mejor cuadrarían en las páginas de Público? ¿Por qué La Gaceta, diario “orgulloso de ser de derechas”, ha cedido sus páginas para difundir las tesis de la izquierda y vituperar de paso a miles de españoles? No lo sé, pero me consta que más de un divisionario o un familiar de los mismos sintió ganas de vomitar cuando leyó el artículo de La Gaceta. Periódico que, a buen seguro, alguno ha dejado de comprar.
Para el artículo publicado en La Gaceta la División Azul no estuvo compuesta por falangistas/derechistas voluntarios; alguno hubo pero fueron una minoría, nos informa. Sin embargo, lo que sí abundaron, según tan docta opinión, fueron los jóvenes de clase baja (¿de dónde ha sacado este dato el articulista?) obligados a ir por el Ejército, reclutados a la fuerza en los cuarteles, desafectos al régimen, hijos de fusilados o de prisioneros republicanos recién liberados… Eso sí, José Luis Rodríguez Jiménez ha tenido cuidado a la hora de no reproducir su tesis de que los mandos militares fueron a Rusia por ambición, para ganar ascensos y pasta, no fuera a ser que por eso no pasara La Gaceta. Y, sólo veladamente, nos ha dicho que los voluntarios fueron a Rusia para ganar dinero. Con ello pretende ocultar algo fundamental: la existencia, en aquellos años, de una poderosa y fuerte ideología anticomunista. Y es que para la mentalidad progresista no es admisible que existieran jóvenes que voluntariamente quisieran ir a luchar y morir para poner punto y final al comunismo. Precisamente eso es lo que molesta de la División Azul.
El artículo de José Luis Rodríguez Jiménez, que es preciso contestar y denunciar, está lleno de verdades a medias que acaban falsificando y manipulando la historia. Pongámoslas en evidencia y juzgue el lector el grado de colaboración de La Gaceta en esa falsificación y en el menosprecio o el desprecio que sobre la División transmite el autor:
a) Comienza el articulista menospreciando o despreciando a la unidad militar española, cuando por el volumen de efectivos que poseía y por su propia estructura se aproximaba más a un Cuerpo de Ejército que a una División, tal y como ha demostrado con profundidad y documentación el profesor Carlos Caballero.
b) Nos dice a continuación, extendiendo la insidia del menosprecio, que la División no participó en “ninguna de las rupturas del frente” siendo utilizada por “el mando alemán en pequeñas escaramuzas ofensivas”, y “sobre todo en la defensa de un frente estacionario”, entre 1941 y 1942. Lo único que revela tamaña interpretación es lo ayuno que está Rodríguez Jiménez en lo referente al análisis militar de las operaciones en los sectores de los frentes de Leningrado y el Voljov. No conoce la historiografía soviética donde esas “escaramuzas ofensivas” se convierten en la “ofensiva/batalla Tikhvin-Volkhov”, que se saldó con la derrota alemana y que salvó a Leningrado de caer en diciembre de 1941. En esas operaciones la División Azul fue una de las puntas de lanza de la ofensiva general del Grupo de Ejércitos en que se encontraba integrada. Siete días después de llegar al frente la unidad española ya participaba en esta gran operación. Es evidente que Rodríguez Jiménez desconoce también lo que en realidad fue la continuada batalla que se libró en torno a la ciudad entre 1941 y 1943 y no ha leído las obras del máximo experto en esos combates, David M. Glantz. Lo que desde aquí le recomiendo que haga.
c) No contento con el desprecio o el menosprecio nos precisa que la División Azul se dedicó en el frente de Novgorod a buscar y capturar guerrilleros rusos. No cabe mayor insulto a la sangre derramada, al heroísmo de los españoles. Precisemos: tras la derrota alemana en Tikhvin los soviéticos tenían como objetivo recuperar Novgorod, la ciudad defendida por los españoles, lo que se encargó al 52ª Ejército soviético. Muñoz Grandes se comprometió a defender sus posiciones hasta la muerte y demostró que estaba dispuesto a realizarlo. El tanteo realizado por los soviéticos sobre las posiciones españoles se saldó con un fracaso para el Ejército Rojo por lo que el asalto no se produciría directamente sobre la División Azul sino en sus flancos. La División Española, pese a sus bajas, era un 30% más potente que cualquier unidad alemana. Los españoles cedieron fuerzas, una y otra vez, a las unidades germanas próximas o acudieron en socorro de las mismas solventando situaciones tácticamente graves. Ni era, como con ignorancia afirma Rodríguez Jiménez, un frente estático ni los españoles se dedicaban a cazar partisanos.
El intento soviético se saldaría también con una derrota. La penetración del Ejército Rojo, iniciada a mediados de enero de 1942 chocará con la resistencia española en Kretschewizy (un regimiento español frena a la 125º División de fusileros) y después los españoles acuden en socorro de los alemanes en Mal Samoschje, por esta acción el II Batallón del 269 Regimiento español obtendrá la Medalla Militar Colectiva (el profesor Rodríguez Jiménez y La Gaceta deben repasar lo que eso significa). Los españoles, al norte de sus líneas, van a participar en lo que se conoce como “la bolsa del Voljov” que permitirá el aniquilamiento de 9 Divisiones de Infantería, 6 Brigadas de Infantería y parte de una Brigada blindada, con pérdidas de unos cien mil hombres para los soviéticos. Probablemente una “operación sin importancia” para el autor del artículo.
d) Concluye Rodríguez Jiménez su síntesis bélica, que tiene como objetivo mostrar la irrelevancia militar de a División Azul, diciéndonos que después de “cazar partisanos”, la mandaron a uno de los sectores del asedio de Leningrado. Se olvida otra vez de contarnos que se envió a la División a un punto clave de ese frente; con la misión de ser punta de ruptura en el asalto final a la ciudad diseñado por von Manstein. Sector clave también para los soviéticos que lo considerarán punto de ruptura de su ofensiva. Pero esto no cuadra en las tesis de Rodríguez Jiménez y por eso lo oculta.
e) Nos dice Rodríguez Jiménez que la División no fue azul -con mala y confusa redacción por cierto- porque, entendemos al leer, sólo una cuarta parte de los efectivos tenían un “ideario fascista”. Dejemos a un lado que en su libro Rodríguez Jiménez no nos explica de donde saca tan curioso dato y cómo ha medido la identidad ideológica de los voluntarios. Vayamos a la documentación: las Jefaturas de la Falange facilitaron un total de 23.442 hombres, en realidad algo más de un 58% del total, porque tenemos que descontar a los jefes, oficiales y la mayoría de los suboficiales. No todos eran falangistas o derechistas, pero sí en volúmenes que podrían situarse, como mínimo, entre un 80% y un 90%, pero si a ello sumamos los excombatientes del Ejército Nacional o los posteriores afiliados a la Hermandad de la División Azul podríamos situarnos en cifras superiores al 95%. Pero es que, además, en los cuarteles, haciendo la mili, también estaban miles de falangistas/derechistas que se alistaron para ir a Rusia por efecto del mismo impulso que hizo alistarse a los que estaban fuera de los cuarteles. Mis datos particulares, no los generales, salen del estudio de una muestra de más de mil divisionarios, los del profesor Rodríguez Jiménez de la especulación. Es más, lo que nos dicen los expedientes de los divisionarios es que muchos de los que no encontraron plaza en 1941 se fueron desde un cuartel militar al incorporarse al servicio militar los reemplazos de 1942 y 1943.
f) Nos dice el profesor Rodríguez Jiménez, sin aportar en su estudio más documentación que la anécdota, que al faltar los voluntarios el Ejército presionó a los cuarteles para que forzaran a la tropa a ir. Sin embargo, lo que nos dice la documentación militar de la Comandancia General de Baleares y de la Capitanía General de Sevilla es que las unidades remitían, sin mayor problema, los partes diciendo “no hay voluntarios para la División”. Lo que revela el estudio, que Rodríguez Jiménez no ha realizado, de los Batallones de Marcha (compuestos por los voluntarios que partieron hacia el frente entre 1942 y 1943), es que la composición es muy diversa y que no se puede afirmar que la Milicia dejara de aportar hombres, porque lo hizo de forma similar o superior al Ejército en muchos de los Batallones, incluyendo los últimos. Lo que también nos dice ese estudio es que en la inmensa mayoría de las unidades militares, en los cuarteles, se trata de alistamientos individualizados o de muy pocos voluntarios que desmienten las fábulas de compañías enteras enviadas a Rusia o de procedimientos como elegir a uno de cada tres o cinco de formación. Tesis que La Gaceta avala porque ha entresacado y destacado del texto la frase: “las plazas no cubiertas por voluntarios las ocupaban soldados elegidos a dedo”. Lo que el profesor Rodríguez Jiménez ignora es que los cupos dejaron de existir a partir de marzo-abril de 1942.
g) Ni en su estudio ni en su artículo el profesor Rodríguez Jiménez documenta, más allá de la anécdota, la existencia de esos obligados sacados de las cárceles, recién liberados de las prisiones, hijos de fusilados, etcétera que él pretende convertir en tipología del voluntario. Sin base documental sus deducciones son pura especulación: “como en 1943 se liberó a muchos presos pues se alistaron a la División”, nos viene a decir. ¿Dónde están los listados? ¿Dónde está el estudio en el que se basa esa afirmación? Porque Rodríguez Jiménez y quien esto suscribe hemos manejado, teóricamente, la misma documentación.
h) El articulista, como tantos otros autores, lo que hace es proyectar sus prejuicios y evaluar a los voluntarios según su código. Así, por ejemplo, en su libro insiste en la aparente condena moral por la existencia de casos de enfermedades venéreas (tener este tipo de enfermedad hacía a un voluntario “indeseable” para la misma). Y vuelve a manejar la condena moral esgrimiendo unas listas sobre indeseables que confunde y sobredimensiona porque el que suscribe se ha tomado la molestia de revisarlas y sus conclusiones distan de las de Rodríguez Jiménez. Precisemos y expliquemos, que es lo que no hace Rodríguez Jiménez: el término “indeseable”, militarmente hablando, es la constatación de que un soldado no tiene las condiciones idóneas para cumplir con la misión encomendada a la unidad. Así se podía, de hecho lo era, ser válido para estar en la Legión y no para estar en la División Azul. Precisemos: la División Azul estableció, sorprendentemente, “el derecho de admisión” y devolvió a todos aquellos voluntarios que no consideraba idóneos. Y en ese grupo, los que Rodríguez Jiménez denomina “desafectos” eran una minoría muy minoritaria, una individualidad y no una generalidad.
Luchando en la División Azul, cinco mil españoles dejaron su vida en los campos de Rusia, según Rodríguez Jiménez en su artículo en La Gaceta, ni existieron, porque en realidad estuvieron de vacaciones en un “frente estático” dedicados a perseguir partisanos y participar en escaramuzas. ¿Y por qué no existen en el artículo? ¿Por qué el menosprecio a su actuación como fuerza de combate? Por una razón elemental, porque una unidad como la española, que realizó hazañas increíbles, entre ellas una de las más bellas y heroicas de las II Guerra Mundial; que se desangró en el Voljov, en la Intermedia, en Sinyavino y en Krasny Bor; que combatió en condiciones durísimas y que tuvo un número inexplicablemente bajísimo de desertores; que según los datos de su sección jurídica fue altamente disciplinada, difícilmente hubiera alcanzado el prestigio y la gloria militar que se deriva de sus condecoraciones sin tener una alta moral de combate. Moral que no hubiera tenido jamás una unidad compuesta, como nos quiere transmitir Rodríguez Jiménez con la bendición de Carlos Dávila, por indeseables, voluntarios forzados y mercenarios.
Francisco Torres García es Catedrático de Instituto, profesor de Geografía-Historia, autor de La División Azul. 50 años después, y en colaboración con Ángel Salamanca la obra Esclavos de Stalin. El último combate de la División Azul. En breve aparecerá su obra Las Lágrimas Azules. El frente y la retaguardia de la División Azul.
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