martes, 23 de octubre de 2012

La Nueva División Azul que pudo y no fue.

En 1956 tuvo lugar una revolución en Hungría que comenzó exigiendo reformas políticas y económicas y pronto se convirtió en un enfrentamiento directo con el régimen de corte estalinista que gobernaba el país sustentado y controlado directamente desde Moscú.
Esa sublevación actualmente está valorada como la más importante disidencia de la Guerra Fría frente a la URSS hasta la llegada al Kremlin de Mijaíl Gorbachov.
Fue un levantamiento popular de dimensiones inesperadas contra el sistema que los húngaros habían soportado desde 1948 y que había sido uno de los más duros de todo el bloque del Este.
El estallido comenzó en los círculos intelectuales y estudiantiles, pero se extendió en unos días a diferentes sectores de la sociedad que convergieron en sus demandas y que llegaron a incluir los dos objetivos más radicales que ni antes ni después habían osado concebir: un sistema pluripartidista y la neutralidad para Hungría. Como era de esperar, fueron imposibles de asumir por la URSS. El pueblo Húngaro pagó con la sangre de sus mártires sus ansias de libertad.
La actitud norteamericana ante la ocupación soviética de Hungría y, mas concretamente, ante la sublevación de 1956 fue sumamente hipócrita. Aunque los norteamericanos realizaban una propaganda violentamente antisoviética, la realidad práctica de su política exterior era la de coexistencia con la URSS: un anticomunismo puramente retórico.
¿Y que tiene todo esto que ver con la División Azul?
Pese a que la URSS acusó a los EE.UU. de haber apoyado militarmente a los patriotas húngaros que se rebelaron en 1956 contra el comunismo, esto fue falso. En realidad hizo lo contrario. Como cuenta LászlóBorhi:
 
"No hay dudas, por ejemplo, de que Washington rechazó los planes españoles para prestar una ayuda encubierta a los rebeldes, una posición que habría sido incomprensible si los Estados Unidos hubieran estado prestando ese tipo de ayuda. Otto de Habsburgo estuvo en contacto con Franco a través de un intermediario y le pidió que enviara ayuda a los luchadores por la libertad húngaros. El día 4 de noviembre se tomó la decisión de enviar una unidad de voluntarios españoles que sería mandada por el antiguo comandante de la División Azul. Dos días después, el 6 de noviembre, el Ministro español Alberto Martín Artajo le dijo a Cabot Lodge que su gobierno "estaba dispuesto a enviar una fuerza armada a Hungría". Artajo sugirió que los EE.UU. enviaran "dos aviones a España, para ser cargados con armas para ser lanzadas en Hungría. Franco y su gabinete le había dado instrucciones de hacerse cargo de ese tema".
 
Muñoz Grandes, el ministro de Guerra y el ex capitán general de la División Azul, que jamás dejó de lucir en su uniforme la Cruz de Hierro, la máxima distinción militar entregada por el IIIReich dejó su cartera presto a volver a combatir al comunismo. Hoy el mundo no reconoce a estos héroes de la libertad.
Muñoz Grandes, el ministro de Guerra y el ex capitán general de la División Azul, enviada al frente ruso (en la Segunda Guerra Mundial, .) abandonó su cartera para hacerse comandante de la división española destinada a la ayuda de los húngaros sublevados. Mientras tanto, Franco ordenó que se llevara al aeropuerto armamento, equipo y munición suficientes para una división, para que los aviones americanos pudieran transportarlos a Sopron.
Además, al general Noriega le nombró oficial de enlace para mantener conmigo la comunicación permanente [.]. "Por desgracia, este generoso proyecto no se realizó por la actitud de los EEUU . El secretario general de la Liga Húngara de América, Béla Bácskai había hecho gestiones ante el gobierno norteamericano para que éste cediera al menos los aviones, si no armas, a la ayuda española para realizar el transporte desde Madrid a Hungría. Esto era necesario porque en 1956 España no disponía de aviones que pudieran hacer la distancia entre Madrid y Sopron sin reservas de combustible. Habría sido necesario una escala a medio camino pero que no era posible ni en Suiza ni en Austria, por su neutralidad, ni en territorio alemán, por la prohibición de los poderes ocupantes. La respuesta del Gobierno de los EE.UU., enviada por el Departamento de Estado, fue inequívoca, el gobierno norteamericano no había aprobado la cesión de los aviones:
"El Gobierno de los EE.UU. no puede dar apoyo, ni abierto ni encubierto, a ninguna intervención militar en Hungría en las presentes circunstancias".
El Departamento de Estado también expresaba su esperanza de que España no tomara ninguna decisión sin consultar antes con los Estados Unidos "en virtud de nuestros comunes objetivos y obligaciones en pro del mantenimiento de la paz internacional".
A cambio de que España se inhibiera, el Departamento de Estado prometía que las medidas apropiadas se tomarían en el marco de las Naciones Unidas".
Esta segunda División Azul quedó inédita, algo perfectamente comprensible porque el "anticomunismo" de los EE.UU. siempre fue puramente verbal, destinado más que a enfrentarse a la URSS, a mantener divida Europa, con su parte occidental absolutamente subordinada a Washington.
 
 

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