Dice la Prudencia: nació en España un doncel bello en el rostro y bien proporcionado en los miembros, de noble y claro linaje engendrado, cuyos padres, propia patria y nombre, de ruego del mismo, la Prudencia calla.
Fue criado a los pechos y en el regaço de su propia madre hasta la edad de los siete años, donde fue tomado y entregado de la mano de su propio padre a un sabio y discreto varón para ser enseñado en las artes liberales. Valieron tanto la buena diligencia del maestro y la aplicación y trabajo del discípulo, que en otros siete años alcançó gran parte de la gramática, retorica filosofía. Pero como el principal intento del padre fuese ensayarle y enseñarle en el arte militar, en el cual él había gastado la mayor parte de su vida, llevólo después de los catorce años a la corte del muy alto y poderoso Don Carlos, quinto de este nombre, Emperador de Roma, Rey de las Españas, etc., del cual no poco fue amado de los grandes y altos hombres de su corte muy mirado y estimado. Pero como la variable fortuna, cansa de dar vueltas a su rueda, mudó la quietud, sosiego y reposo de este caballero en destierro, desasosiego y trabajo, con mayor virtud de su persona y mayor gloria de su fama. Pues como en este caballero ya hiciese fin la edad de la adolescencia y la de la juventud floridamente començase su principio, y como en este tiempo los hombres sean dotados de mayor seso, su entendimiento fue irradiando su ánimo de nuevo pensamiento cercado y su coraçón de grande congoja combatido, representábasele en la imaginación que le sería bueno dejar la corte y peregrinar por los campos buscando su ventura, dejar el bullicio y tantas conversaciones y escoger la soledad, olvidar los pasatiempos y el regalo y hallar los trabajos y aspereza, desechar los delicados paños de brocado y sedas y vestir las fuertes armas, dejar la renta ganada e ir a buscar la fama perdida, desamparar la ociosidad donde nace el vicio e ir a buscar el trabajo y afán que engendran la virtud, según dice el Eccle XXXI: Multam malitiam docuit otiositas c, nisi cum priden de terum.
Juntamente con esto, una noche, pensando en muchas cosas a estas semejantes, de muy desvelado se adormió; donde le fue representado cómo habiendo de su propia voluntad desterrádose de la corte, después de largos trabajos y peligros, había venido en una tierra montuosa llena de silvas de arboles diversos de grandes espesuras y matas cerrada, poblada de fieras y otros tímidos y silvestres animales, hermoseada de muchas fuentes que con sus corrientes hacían dulce sonido, rodeada de un gran río donde se criaba abundancia de pescados, de manera que no faltaban fieras con que pelear, animales que caçar, aves que volar, peces que enredar. En lo más alto de estas montañas le parecía que hallaba un castillo, donde, habiendo reposado de los trabajos pasados, salía por reconocer la tierra, y entraba en una cueva que en lo más escondido de las montañas, entre gran maleza y unas hondas quiebras, se hacia, cuya puerta le parecía estar labrada estremadamente de cantería con figuras de talla muy al natural, en la cual se le representaba ver y hallar cosas tan altas, tan subidas, tan estrañas que le parecía que no eran cosas para comunicar con los hombres. A esta hora por un amigo fue con sobresalto despertado, ca ya gran rato era entrado del día, pero no por eso lo apartaba de su pensamiento, mas antes de día lo pensaba y de noche lo soñaba; tanto que, en esta batalla de sus pensamientos y en esta contienda de sus cuidados, determinó de poner fin con determinarse de se desterrar de la corte y seguir sus pensamientos e incierto viaje donde Dios y su ventura lo guiasen.
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