Breve introducción.
Entendemos que este sonoro título de Las Españas puede resultar chocante a las generaciones más jóvenes bastante despegadas de nuestra historia por el sistema educacional que padecemos. Para otros también puede resultarles anacrónica una denominación como esta, pero nos encontramos con un concepto que define, como ningún otro, la realidad diversa, desde el punto de vista geográfico, histórico y cultural, de esta península y de sus habitantes. Ya se utilizó en la llamada Crónica de Zaragoza (Consularia Caesaraugustana) redactada en la segunda mitad del siglo V, donde se cita la "diócesis Hispaniarum" (sedes episcopales de las Españas) y se dice literalmente "Gothi in Hispanias ingressiertunt" (los godos entraron en las Españas. Año 494) y también "Gothi intra Hispanias sedes accepertunt" (los godos establecieron sus sedes dentro de las Españas. Año 497) Algunas traducciones dan por singular lo que en latín está escrito en plural no sabemos si por desconocimiento o porque eso de las Españas no les cuadra. Por otra parte, tras la invasión musulmana varios monarcas de los primeros siglos de la Reconquista se titularon "Rex Hispaniarum" (rey de las Españas) pero es a partir del siglo XVI cuando ni uno solo de los documentos oficiales emitidos por la Monarquía, deja de utilizar este título hasta el mismo siglo XIX. Nosotros en este ensayo vamos a emplearlo en algunas ocasiones aunque en otros usemos el singular España u otros nombres como Iberia, Hispania o Península Ibérica. Todos ellos, para nosotros, significan conceptualmente lo mismo. ¿Y por qué hablamos de "restitución"? Porque creemos que llegados al punto en que nos encontramos se hace necesaria una actitud revisionista de nuestra historia que llegue a conclusiones aceptadas por todos para edificar un nuevo estado moderno pero basado en la Tradición cuya eficacia política y administrativa ya ha sido bien demostrada a lo largo de los siglos.
Los antiguos Reinos de España y las actuales Regiones Históricas.
España, como todo el mundo sabe o debe saber, no es un concepto metafísico, ni místico ni mesiánico. Es simplemente un territorio más de los que constituyen Europa, claramente delimitado por su carácter peninsular y habitado por varios pueblos que tienen cada uno su propia historia y sus características singulares. En este ensayo lo vamos a contemplar así sin otras connotaciones. Y este territorio, que formó una unidad política bajo la Monarquía Visigoda, aparece en la historia posterior a la irrupción musulmana políticamente distribuido (y evitamos la expresión "dividido") en varios estados con el título de reinos u otras denominaciones nobiliarias que corresponden secularmente a los títulos de la Monarquía Hispánica y que en nuestros días son el equivalente a lo que denominamos "Regiones históricas". Pero ¿qué significa exactamente la palabra "región"? Entre las varias acepciones semánticas que derivan etimológicamente de la palabra latina "regio-regionis", escogemos aquella que mejor de adapta a nuestro propósito: Circunscripción territorial delimitada bien por accidentes geográficos, bien por convenciones económico-administrativas o bien por el resultado del devenir histórico de acuerdo con el Derecho Político. Obviamente una región puede reunir dos de estas cualidades o incluso las tres. Pero con que posea una sola, ya constituye una entidad con una personalidad colectiva diferenciada. En el caso de España, todas sus regiones son históricas porque han sido producto de un acontecer histórico, pero también casi todas ellas reúnen características geográficas singulares y alguna la cualidad político-jurídica que ha adquirido por la aplicación de un criterio económico-administrativo.
Antes de adentrarnos en la cuestión de cuales fueron los reinos que dan origen y justificación a nuestras regiones históricas, es necesario dejar bien claro que nos vamos a referir a ellas solamente desde ese punto de vista, es decir del de la Historia y no desde otra interesante perspectiva que es el de la Etnología. La razón que nos mueve para tratar este tema así es muy evidente. Lo que la Historia ha dejado escrito en el mapa no es objeto de interpretaciones, es un hecho del pasado que queda marcado de forma irreversible, nos guste o no su resultado. Pero la cuestión étnica es algo tan complejo y discutible, no siendo la Etnología una ciencia exacta, que ni siquiera los más afamados especialistas se ponen de acuerdo, produciéndose controversias y discusiones que llevan hasta extremos muy poco científicos con descalificaciones y enfrentamientos personales. Sentado, pues, este principio, reseñamos a continuación cuales son esos reinos históricos de acuerdo a la citada titulación de la Monarquía Española y que, por razones metodológicas, hemos agrupado en ámbitos geográficos según los puntos cardinales. Pero antes hay que dejar bien sentado que nuestras regiones tienen todas, de hecho, su origen en la llamada Reconquista aunque algunas de ellas ya tuvieran entidad política desde la época de los reinos germánicos (caso del Galliciense Regnum de la dinastía sueva) o conciencia identitaria desde la Antigüedad (caso de los astures y los vascones). Es, pues, la epopeya secular de esa Reconquista, que no era en un principio otra cosa que el intento de restablecer la antigua unidad da la Monarquía Visigoda, la que ha constituido la realidad histórica de nuestros reinos, base de nuestra regiones, las cuales se han configurado durante siglos y han llegado inalteradas hasta nuestros días, siendo así la base vertebradora de nuestra organización política.
Inciso: Para ampliar conceptos o exponer algunas explicaciones necesarias, se han añadido las notas que pueden consultarse al final de este ensayo.
Ámbito Norte: Reino de las Asturias (1), Señorío Real de Guipúzcoa (2), Condado de Álava, Señorío de Vizcaya y Reino de Navarra.
Ámbito Sur: Reinos de Andalucía (3), Reino de Algeciras (4), Reino de Gibraltar (4 bis), Reino de Granada y Reino de Murcia.
Ámbito Este: Reino de Aragón, Condado de Barcelona (5), Reino de Valencia y Reino de Mallorca (6)
Ámbito Oeste: Reino de Galicia y Reino de Portugal y de los Algarbes (7)
Ámbito Central: Reino de León (8) Reino de Castilla, Reino de Toledo (9) y Señorío de Molina (10)
Ámbito del Océano Atlántico: Reino de las Islas de Canaria e Islas y Tierra Firme de la Mar Océana (11).
Tales son indiscutiblemente las reinos históricos de España tal como aparecen en la extensa titulación de la Monarquía y que permanecieron así desde 1492 (toma de Granada) hasta la reforma de 1833 y aun con las irregularidades de esa reforma, continuaron legalmente vigentes hasta la Constitución de 1978.
NOTAS.-
(1) El curioso plural de Asturias, que pasa desapercibido para casi todos los españoles, se debe a la subdivisión del territorio en las Asturias de Oviedo al Oeste y las Asturias de Santillana (por nombre más antiguo Cantabria) al Oriente. El título actual de Principado viene del rey Juan II de Castilla que lo creó en 1388 para el heredero de la Corona.
2) El título de Reino para Guipúzcoa, que extrañará a muchos, le fue otorgado por Enrique IV de Castilla.
(3) Conócese con el nombre de Andalucía el conjunto de los reinos de Córdoba, Jaén y Sevilla conquistados por el rey Fernando III el Santo. Frente a ciertos sectores que de forma anacrónica y sectaria pretender recrear el antiguo Al-Ándalus musulmán, se han alzado, con mejor intención que acierto, otros sectores que sostienen que Andalucía no existe y que es un invento del cripto-musulmán Blas Infante. Ambos sectores están equivocados. La Andalucía actual nada tiene que ver ya con Al-Ándalus medieval y es el fruto de una reconquista y repoblación íntegramente cristiana, pero a su vez el nombre de Andalucía y su propio concepto no es ningún invento, pues ya se denominó así desde la misma época de su integración en la Corona de Castilla, reconociendo su identidad geográfica y política. Los "Reynos del Andaluzía" como se denominaban en el siglo XIII los tres nuevos estados citados arriba, gozaron ya de personalidad jurídica y administrativa como un todo. Así en 1255 se cita al "Notario del rey en Andalucía". Muy poco más tarde aparece el título de "Adelantado Mayor de Andalucía" y en 1466, Pedro Girón, Maestre de Calatrava, es "Virrey de Andalucía", con todo lo cual queda probado que Andalucía es una región histórica con solera..
(4 y 4 bis) Los Reinos de Algeciras y Gibraltar recibieron tal título al haber sido reconquistados muchos años después que el resto de Andalucía. Son títulos honoríficos que enriquecen la titulación de los monarcas españoles, pero no constituyen a nuestro entender regiones históricas propiamente dichas.
(5) El Condado de Barcelona, que se encuentra entre los títulos reales, corresponde de hecho a toda la región histórica de Cataluña, pues el conde de Barcelona, mucho antes de su unión dinástica con Aragón, actuaba como un verdadero soberano a quien rendían vasallaje todos los demás condados catalanes. El nombre más apropiado desde el punto de vista institucional, es el de Principado de Cataluña, creado en 1214 por las Cortes Catalanas como división administrativa de la Corona de Aragón.
(6) El Reino de Mallorca es el título que comprende a las Islas Baleares, que tuvieron varios reyes privativos hasta su integración en la Corona de Aragón, haciendo la observación de que las Islas Pitiusas (Ibiza y Formentera) fueron durante muchos años un Señorío vasallo de los reyes de Mallorca y posteriormente al igual que Mallorca y Menorca, de la Corona de Aragón.
(7) El Reino de los Algarbes ha sido considerado de manera tradicional como una entidad histórica "de iure" aunque "de facto" no tuviera nunca instituciones propias distintas del Reino de Portugal.
(8) En el Reino de León, la actual Extremadura era una extensión de la provincia medieval de Salamanca que llegó hasta el siglo XVII, salvo Trujillo y Plasencia que pertenecían al Reino de Castilla. Adquirió el rango de "Provincia" con voto en Cortes, separada ya tanto de León como de Castilla, cuando en 1643, las citadas ciudades de Trujillo y Plasencia, junto con las de Badajoz, Mérida, Cáceres y Alcántara, entre otras, compraron ese derecho a Felipe IV.
(9) El Reino de Toledo es un título creado en 1085 por el monarca Alfonso VI al reconquistar la antigua taifa musulmana al sur de la Extremadura castellana. Esta región histórica está perfectamente señalada en toda la cartografía antigua con ese nombre, hasta que en mapas más modernos aparece con el nombre de Castilla la Nueva, pero no hemos logrado saber por qué razones y en qué momento se empezó a llamarla así. Por otra parte, la gran región natural de La Mancha, tradicionalmente incluida en el reino de Toledo, adquirió la categoría de "Provincia" en 1691 por Real Decreto de Carlos II, quedando separada del citado reino.
(10) Otro título utilizado por la Corona de las Españas es el de Señores de Molina, región histórica de pequeña extensión pero que no es, en rigor, ni castellana ni aragonesa. Como dato anecdótico de que el título sigue vigente, citaremos el hecho de que Juan Carlos I fue a tomar posesión oficial del Señorío el 20 de Abril de 1978.
(11) Con el nombre de Islas y Tierra Firme de la Mar Océana se conocieron todas las posesiones de la Corona de Castilla en el llamado "Nuevo Mundo" o "Indias Occidentales".
SEGUNDA PARTE.-
El nuevo mapa político de 1833.-
Fue en el año 1833 cuando los reinos de las Españas, sin perder su calidad de tales, al menos nominalmente, fueron divididos en una nueva organización política al modelo centralista francés, constituyéndose las "provincias" las cuales, con ligeras modificaciones, hemos heredado hasta hoy. Por decreto impulsado por el ministro Javier de Burgos cada una de las nuevas provincias obtuvo las funciones políticas, administrativa y fiscales que hasta entonces eran atribuciones de cada Reino, quedando estos vacíos de contenido, si bien, como hemos dicho, conservando sus nombres y títulos que llegaron hasta 1978. Pero, insistimos en que desde el punto de vista estrictamente legal, los reinos tradicionales nunca fueron oficialmente derogados, por lo que siguen vigentes al día de hoy con el nombre actualizado de "Regiones Históricas". Sin embargo, el mapa regional establecido por el decreto de 1833, contiene varios errores, ambigüedades o directamente arbitrariedades que vamos a analizar.
Una arbitrariedad fue la supresión del histórico Reino de Granada, el cual, compuesto de tres provincias, fue integrado en Andalucía, igualmente sin justificación de ningún tipo, cuando este reino o región está vigente desde 1492 hasta el siglo XIX como puede comprobarse en todos los mapas cartográficos.
Un error de tipo histórico es la de incluir en el Reino de Toledo (ahora con el nombre de Castilla la Nueva) las provincias de Madrid, Guadalajara y Cuenca, cuando estas formaban parte desde los siglos XI al XV de la llamada "Extremadura castellana", junto con las tierras de Ávila y Segovia. Este entuerto se debió al hecho de que las citadas tierras de Madrid, Guadalajara y Cuenca estaban incluidas, desde el punto de vista de la división eclesiástica, en la archidiócesis del Arzobispado de Toledo y de ahí que, en 1833, las metieran "a dedo" y por inercia en la llamada Castilla la Nueva, cuando estas entidades citadas, por sus instituciones seculares y sus características histórico-geográficas, son tan "castellano-viejas" como Soria o Burgos.
Por último, queda en este mapa de 1833 la ambigua situación de la llamada provincia de Santander, antes llamada Cantabria, pues se obvió su antigua pertenencia al Reino de Asturias que ya venía desde la época de Fruela I (757-768) nieto por parte paterna del duque Pedro de Cantabria y por parte materna del rey Pelayo de Asturias. Así, con la creación de la nueva provincia y no sabiendo muy bien donde incluirla, se decidió otorgarla por entero al reino de Castilla, cosa que histórica y geográficamente se presta a dudas y genera controversia, porque en casi toda la cartografía antigua la Cantabria aparece separada netamente de Castilla cuya territorialidad en este punto llega hasta la Montaña de Burgos. Es cierto que desde el siglo XIII, pero no antes, la zona costera oriental de la antigua Cantabria (La Transmiera) se utilizó por decreto real del Fernando III como puertos de mar del Reino de Castilla, pero más que nada por razones económicas (dar salida a la lana de la Mesta hacia Europa) Por esta razón el "contencioso" de Cantabria que mantienen las entidades castellanistas deberá en el futuro solucionarse con equidad y sin afirmaciones apriorísticas, contando con la opinión plebiscitada de las comarcas de esa tierra, una por una, y no como conjunto provincial.
TERCERA PARTE.-
El Estado de las Autonomías.-
Pasemos ahora a analizar el nuevo "Estado de las Autonomías" implantado actualmente. Tal reforma política se basó en las provincias de los regímenes anteriores por lo que el resultado de esta nueva arbitrariedad no fue menos injusto y absurdo que el precedente. Se dejó pasar la gran oportunidad de restaurar los antiguos reinos como entidades político-administrativas quedando a la decisión de ayuntamientos y diputaciones, sujetos al partidismo y los intereses personales, el formar los nuevos entes autonómicos, sin consulta popular alguna por medio de los correspondientes plebiscitos. Todo se metió en el mismo saco de la Constitución, que fue efectivamente refrendada, pero donde Comunidades Autónomas e incluso la dinastía borbónica, impuesta a dedo por el llamado Generalísimo, venían ya en el obligado lote. O sea, todo muy "democrático". De aquellos acuerdos entre caciques en los despachos del poder surgió el mapa que tenemos hoy y se sembró la semilla de las discordias que padecemos. Al viejo Reino de León lo "arrejuntaron" con una parte de Castilla, la cual se quedaba a su vez sin Madrid. La otra parte de Castilla con el pintoresco nombre de Castilla-La Mancha, formó otra comunidad distinta, apropiándose de una parte del Reino de Murcia. Surgieron además nuevas entidades políticas, tales como Rioja y Cantabria (cuya autonomía debería haberse plebiscitado y no impuesta desde un despacho) y la provincia de Madrid, esta última sin ninguna justificación histórica. Por otra parte, aquellos tres territorios históricos vascos de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa formaron una nueva entidad, antes desconocida, con el neologismo de Euskadi. El resto de regiones históricas españolas, con el nuevo nombre de "comunidades autónomas" quedó más o menos dentro de los antiguos límites de los reinos, pero dejando puntadas sin rematar que no vamos a citar para no alargarnos demasiado. El hecho es que este absurdo, antihistórico y antitradicional engendro que se perpetró casi solo para dar gusto a los intereses de ciertos sectores de las burguesías vascas y catalanas y en menor grado, también gallegas con el consabido "café para todos", no ha resultado al final del agrado de casi nadie y nos ha conducido a una situación de violencia, desgarro y crispación pocas veces vista en nuestra historia.
Podemos por lo tanto acusar y acusamos directamente a los generadores de este esperpento, de actuar movidos únicamente por intereses partidistas y sobretodo crematísticos, para repartirse el pastel de España sin consideraciones a la historia y a los verdaderos deseos de los pueblos. Que nuestra vieja Iberia necesita una reforma institucional a fondo, no lo duda nadie y es ya una exigencia para restablecer el orden, la paz y la justicia.
CUARTA PARTE.-
Un proyecto de futuro.-
Hasta aquí hemos realizado una breve reflexión sobre nuestro pasado y nuestro presente. Cúmplenos ahora exponer lo que nos puede deparar el futuro si tenemos los arrestos necesarios para tomar las riendas de nuestra patria común que llamamos Las Españas. Y nuestro futuro pasa necesariamente por la restauración de los antiguos reinos que hoy llamamos regiones históricas. Restaurarlos es algo no solo necesario, sino lícito y legítimo (porque nunca han sido derogados) y restaurarlos con firmeza, atribuyéndoles todas las prerrogativas que en su día tuvieron, tanto políticas, como administrativas y fiscales porque todas nuestras regiones históricas poseen una identidad propia, definida y reconocida que no es necesario justificar. La Historia lo justifica por sí misma y también la voluntad de nuestros pueblos. Es cierto que hay regiones con un fuerte sentimiento de arraigo e identidad y además algunas poseen lenguas propias y diferenciadas, pero también es cierto que otras han sido laminadas por un proceso de etnólisis creado y mantenido por el poder, un ejemplo de las cuales son sin duda las regiones del País Leonés y de las dos Castillas, pero cuya identidad soterrada están reavivando hoy las minorías resuelta y casi fanáticamente activas, que despertarán esa conciencia identitaria de sus respectivos pueblos.
Desde el punto de vista actual, las regiones históricas de España vienen de la legalidad expresa de la Constitución de 1931 que las recogía y reconocía como herencia legítima del pasado común y se insertan sin cambios en la Constitución de 1978, luego prostituida y desvirtuada por los presuntos "padres de la patria" entre 1981 y 1983. Tales y tan concretas regiones siguen, pues, legalmente vigentes. Tomemos, pues, como referencia el mapa de 1833 pero corrigiendo sus arbitrariedades, errores y ambigüedades que tampoco cambian demasiado su aspecto, de manera que nuestras "Regiones Históricas" suman dieciséis y serían las siguientes: Galicia, Asturias, León, Vascongadas, Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares, Extremadura, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Andalucía, Granada, Murcia y Canarias, teniendo en cuenta la posible consideración de región histórica para Cantabria, Rioja y Molina, previo plebiscito, e invitando a Portugal para que se una a sus hermanos peninsulares.
¿Cuál sería la fórmula de integración política de las Españas? No nos cabe ninguna duda que el porvenir a medio y mejor a corto plazo pasa por suprimir el "Estado de las Autonomías" y construir una República Federal. A título absolutamente personal, el que suscribe no tendría ningún inconveniente en aceptar la restauración de una Monarquía Foral, tal como los legitimistas del Carlismo proponen que, de hecho, sería la forma más tradicional y fiel a la Historia, pero tal propuesta tendría que ser pedida y refrendada por todos los españoles, cosa harto difícil aunque no imposible.
Tenemos por delante un proyecto político que es verdaderamente apasionante e ilusionante porque si no somos capaces de arrastrar a las masas en este proyecto revolucionario (si se me permite esta expresión) la vieja Hispania romana, la Spania visigoda, las Españas de la Reconquista y del Imperio volverían al estado tribal de la primitiva Iberia, en una balcanización fraticida de cuyos inicios ya estamos siendo testigos en nuestros aciagos días.
El mapa político de 1833 con las reformas necesarias.-
En resumen, en el nuevo mapa que proponemos figura restaurado el antiguo Reino de Granada y se incluyen en Castilla la Vieja la provincias de Madrid, Guadalajara y Cuenca, así como los enclaves de Ademuz, Utiel y Requena, quedando en Castilla la Nueva la provincia de Toledo y toda la región natural de la Mancha. En principio y hasta que un plebiscito no decida otra cosa, Cantabria, Rioja y Molina permanecen dentro de Castilla. Por otra parte, se da por supuesto que el Rosellón, bajo administración francesa, es una comarca íntegramente catalana y la comarca de Arán (de lengua occitana) así como el Coprincipado de Andorra, permanecen igualmente en Cataluña con un estatuto especial. Por último, se incluye en este mapa el Iparralde vasco (Lapurdi, Zuberoa y Navarra de Transpuertos)
QUINTA PARTE.-
FUNDAMENTOS DE LA UNIDAD DE LAS ESPAÑAS EN SU PLURALIDAD
La verdadera unidad entre las tierras y los hombres de España
Así como, a nuestro entender, no hay una "lengua española" sino "lenguas españolas", tampoco hay una "nación española" sino "naciones españolas" o si lo preferimos así, "identidades" españolas. Dicho lo cual y siguiendo la coherencia de nuestra argumentación, no hay -ni tiene por que haberla- una concatenación nación igual a estado, por lo cual no vemos ni útil, ni prudente, ni justo y ni tan siquiera posible, que las áreas identitarias españolas se transformen en estados independientes entre sí. En primer lugar porque no existe una sola de ellas que, separada de las demás por fronteras estatales, esté en condiciones de afrontar los retos y necesidades de nuestra época, donde lo que marca la pauta son los grandes bloques políticos, en nuestro caso Europa. Esto sería un suicidio se mire por donde se mire. Pero además es que tenemos el imperativo moral de estar unidos por muchas razones:
Por compartir un territorio geográficamente muy definido como lo es la Península Ibérica.
Por intereses colectivos de carácter económico, comercial, laboral, fiscal y de defensa militar.
Por solidaridad natural entre pueblos hermanos y vecinos que hemos compartido las misma vicisitudes históricas.
Por los movimientos migratorios entre los pueblos hispanos que, aunque no deseados, son una realidad que ha hecho más permeables las diferencias entre unos y otros.
Por la consanguinidad establecida a través de las innumerables uniones entre hombres y mujeres de nuestros diversos pueblos, lo cual hace que millones de españoles tengan orígenes diversos que los emparentan sentimentalmente con dos o más pueblos de España.
Por compartir una misma tradición en los ámbitos de las Artes, las Letras y las Ciencias, pudiéndose hablar con toda propiedad de la existencia ante el mundo de una cultura netamente española, por encima de los particularismos identitarios.
Por la vertebración espiritual que la religión católica ha logrado a lo largo de centurias (mucho más de mil años) lo cual nos dota de unas creencias fundamentales, unos valores morales y unas costumbres y prácticas religiosas comúnmente compartidos, porque séase o no católico, nadie podrá dudar que las Españas, como parte de la Cristiandad, han recibido del catolicismo romano una grandísima herencia en su peculiaridad colectiva y esto nos enlaza igualmente con los demás pueblos europeos, con los matices que pudieran puntualizarse.
En resumen: España es plural. De esto estamos íntima y absolutamente convencidos y la imposición por la fuerza del estado-nación, de origen liberal y decimonónico, con raíces en la nefasta Revolución Francesa, es un error histórico y conceptual que no trae más que consecuencias desastrosas. Pero España como ente colectivo no es un invento de hace dos días como pretenden algunos. El sentimiento de "Comunidad Hispánica" (no confundir con el concepto de Comunidad "Nacional" Hispánica) está presente desde hace siglos. Se aprecia ya en la Edad Media un sentimiento fundamentado en la Hispania Romana y sobretodo en la Monarquía Visigoda que se consolida en la Reconquista por la unidad cristiana de todos los nuevos reinos nacidos de esta epopeya. Por otra parte, hay una constante de respeto a los derechos y libertades particulares de las varias identidades españolas, claramente plasmado en los "Fueros", en perfecta simbiosis con una fe religiosa unitaria, una territorialidad no discutida -al ser España una península- y una ética social común. Es decir, que aunque el concepto estado-nación es totalmente ajeno a la mentalidad medieval, hay que admitir, sin ningún género de dudas, que desde los inicios de la Reconquista, sí se entendía, al menos entre las clases dirigentes, que la Cristiandad era el gran nexo común de todos los pueblos ibéricos. Fuera de esto es imposible encontrar en la Edad Media un sentimiento de Comunidad "Nacional".
Por todas estas razones, proclamamos como fin irrenunciable llegar a un acuerdo colectivo, a un pacto "inter-hispánico", a un "foedus" en el sentido latino de esta palabra, para establecer un estado común a todos que puede ser una república federal o ¿por qué no? una monarquía foral, si así fuera aceptada por nuestros pueblos.
Conclusiones pertinentes.
Llegamos, pues, al momento de establecer conclusiones:
España no es una idea metafísica, especie de diosa etérea a la que hay que servir y adorar derramando sangre y cantando himnos.
España está compuesta de gentes, hombres y mujeres, carne y sangre, tradiciones y costumbres, pueblos y lenguas, todos ellos variados, diversos y polícromos. España es, pues, algo material, que puede verse, tocarse y medirse.
España constituye, pues, una realidad geográfica, antropológica e histórica y situando estas realidades en el mismo orden, nos da como resultado el hecho político, es decir, el estado, que será una consecuencia de estas tres premisas y nunca el revés.
El Estado Español, tal como lo conocemos hoy, ni es inmutable, ni es sagrado, ni es indisoluble y sólo cumple una función al servicio de los pueblos que lo integran y no los pueblos al servicio del Estado.
En resumen: España es para nosotros, como entidad política, un pacto y un proyecto, que se mantienen, renuevan o cambian según las necesidades colectivas. Un pacto de fidelidad y apoyo mutuo en defensa de la seguridad, la libertad y el pan de todos y cada uno de los pueblos del territorio común que compartimos. Un pacto tácito de afecto y afinidad por el camino secular que hemos recorrido juntos. Y un pacto de consanguinidad por las innumerables uniones entre miembros de nuestras distintas comunidades. Sin esos pactos libremente jurados, nada justificará la existencia de un Estado. España es también un proyecto: Primero fue la Reconquista, después el Imperio de ultramar y hoy la integración en una Europa unida, soberana en lo político, diversa en lo étnico y solidaria en lo social.
Las Españas, haz de pueblos y familia de naciones. Creemos que deberíamos asumir sin reservas este concepto no solo porque responde a la realidad histórica y étnica sino sobretodo porque es la voz y voluntad expresa de los ciudadanos. Buscamos para las Españas la unidad en la variedad, que es la unidad de la Naturaleza.
Antonio Hernández Pérez
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