Europa sometida desde fuera.
Cuando el Estado Mayor angloamericano se inclinaba sobre los mapas en 1943 para preparar la operación Overlord (el desembarco de Normandía) hablaban de los planes para “la invasión de Europa” Esta expresión se usó incluso en la prensa hasta el fin de la guerra, que efectivamente, acabó con un ejército de ocupación norteamericano sobre el territorio Europeo, y un desastre para todas las naciones del viejo continente –incluidas las vencedoras−. Los holandeses fueron expulsados de Indonesia, los franceses de Indochina, los belgas de África y los ingleses de medio mundo. El resultado fue que los países europeos, fueron confinados a sus territorios continentales; lo que supuso hasta hoy, la total renuncia de Europa a intervenir en los asuntos del mundo. Los EE.UU. se reservan el derecho de ingerencia en los asuntos de otros países. Europa sólo puede intervenir como “aliado” (léase como prolongación del brazo americano) allí donde es requerida. Así de triste está la cosa. Sometida al imperialismo global, Europa no tiene ya capacidad de decisión ni siquiera sobre sus propios asuntos, no podemos hoy, ni soñar en desarrollar una estrategia Europea de política exterior acorde con los intereses europeos.
Durante la época de la guerra fría, se justificaba la presencia militar americana en Europa como el “escudo americano” que salvaría al continente de la invasión de las hordas soviéticas. Hoy que el enemigo rojo ha desaparecido, el “escudo americano” sigue pendiente sobre las cabezas de los ciudadanos europeos, y no hay perspectiva de que esta circunstancia vaya a cambiar.
Europa basa todo su plan de defensa en la OTAN, organización perversa desde su nacimiento. La OTAN no sirve a los intereses estratégicos europeos sino a los de los EE.UU. y ello por que fue creada en el momento de mayor influencia americana en Europa; la OTAN no es ni ha sido nunca una alianza entre iguales, sino un plan de defensa norteamericano que incluye a Europa no como aliado sino como colonia, como escenario del virtual conflicto que se hubiera podido producir durante la guerra fría.
La OTAN es una organización perversa y antinatural, pues sólo puede convenir a la Europa sometida; para la Europa libre e independiente que pretendemos, los Estados Unidos no son un aliado sino una amenaza, no se encuentran al lado, sino enfrente de los intereses reales de los europeos. Europa no necesita para nada a la OTAN; no somos, no queremos ser las tropas coloniales de los EE.UU. La Europa unida, puede desplegar por sí sola, un ejército sobradamente fuerte en efectivos y tecnología como para satisfacer sus necesidades de defensa y más aún.
Europa sometida desde dentro (los nacionalismos)
Entiéndase bien, no estamos en contra de las justas reivindicaciones nacionales de los distintos pueblos de Europa; todo lo contrario, creemos en una Europa federal, una nación con muchas patrias. Pero lamentamos que los partidos y grupos nacionalistas se cierren en sus afanes independentistas (aguijoneados en gran medida por los chauvinismos centralistas de los gobiernos nacionales) y olviden incluir en sus programas la Europa federal, sin la cual sus ansias de independencia son sólo simples utopías.
Si antes hablábamos de la importancia geoestratégica de los grandes espacios, y concluíamos que territorios como Francia, España o Italia no son lo bastante grandes en extensión y número de habitantes para mantener una independencia real, ¿qué diremos de Euskal Herria, Cataluña o Irlanda?
Los nacionalismos sólo tienen futuro en el marco de una Europa unida, fuerte y federal; una Europa de las patrias que rechace los chauvinismos centralistas, pero que mantenga una cohesión lo bastante sustancial como para evitar grietas ante los problemas de política exterior y defensa. Ésta es la Europa que echamos en falta en los programas de los partidos nacionalistas; y debemos alertarles desde aquí que no se conviertan en lacayos del sistema y agentes globalizadores al fomentar la atomización de los estados europeos que alejaría para siempre la posibilidad de una Europa fuerte y unida que pudiera frenar la estrategia global.
No pensamos, por supuesto, que los nacionalistas hayan de renunciar a sus aspiraciones, sólo que han de adaptarlas al marco geoestratégico en el que vivimos. ¿O acaso importa algo que Cataluña o Euskadi, por ejemplo, sean “independientes” en el marco de la estrategia global?
Con lo que sí que hay que acabar es con los nacionalismos cerrados, llenos de rencores y de envidias. Es triste para un europeo, ver cómo entre los nacionalistas catalanes o vascos por ejemplo, se ha generado un rechazo hacia la cultura castellana, mientras que no apreciamos el mismo rechazo hacia la americanización o africanización de sus culturas. Entiéndase, no sólo hablamos de los “pequeños” nacionalismos, lo mismo que hemos dicho para los nacionalismos regionales, se debe aplicar a los “grandes” países. Es necesario si queremos construir Europa, pensar en clave europea. Ya no hay más franceses, españoles, italianos, suecos o daneses; para hacer Europa, primero han de hacerse los europeos.
La Europa unida, no se construirá como la suma de los nacionalismos chauvinistas, pues de ello sólo resultaría la suma de sus traumas, envidias, rencores y debilidades. La nueva Europa se basará en la unión real de los pueblos de Europa en un destino común y unitario.
Aunque parezca paradójico, el futuro de los nacionalismos está ligado al de la unidad de Europa; por lo menos el de los nacionalismos sinceros; los otros, como ya hemos dicho, son sólo agentes de la globalización.
Cuando el Estado Mayor angloamericano se inclinaba sobre los mapas en 1943 para preparar la operación Overlord (el desembarco de Normandía) hablaban de los planes para “la invasión de Europa” Esta expresión se usó incluso en la prensa hasta el fin de la guerra, que efectivamente, acabó con un ejército de ocupación norteamericano sobre el territorio Europeo, y un desastre para todas las naciones del viejo continente –incluidas las vencedoras−. Los holandeses fueron expulsados de Indonesia, los franceses de Indochina, los belgas de África y los ingleses de medio mundo. El resultado fue que los países europeos, fueron confinados a sus territorios continentales; lo que supuso hasta hoy, la total renuncia de Europa a intervenir en los asuntos del mundo. Los EE.UU. se reservan el derecho de ingerencia en los asuntos de otros países. Europa sólo puede intervenir como “aliado” (léase como prolongación del brazo americano) allí donde es requerida. Así de triste está la cosa. Sometida al imperialismo global, Europa no tiene ya capacidad de decisión ni siquiera sobre sus propios asuntos, no podemos hoy, ni soñar en desarrollar una estrategia Europea de política exterior acorde con los intereses europeos.
Durante la época de la guerra fría, se justificaba la presencia militar americana en Europa como el “escudo americano” que salvaría al continente de la invasión de las hordas soviéticas. Hoy que el enemigo rojo ha desaparecido, el “escudo americano” sigue pendiente sobre las cabezas de los ciudadanos europeos, y no hay perspectiva de que esta circunstancia vaya a cambiar.
Europa basa todo su plan de defensa en la OTAN, organización perversa desde su nacimiento. La OTAN no sirve a los intereses estratégicos europeos sino a los de los EE.UU. y ello por que fue creada en el momento de mayor influencia americana en Europa; la OTAN no es ni ha sido nunca una alianza entre iguales, sino un plan de defensa norteamericano que incluye a Europa no como aliado sino como colonia, como escenario del virtual conflicto que se hubiera podido producir durante la guerra fría.
La OTAN es una organización perversa y antinatural, pues sólo puede convenir a la Europa sometida; para la Europa libre e independiente que pretendemos, los Estados Unidos no son un aliado sino una amenaza, no se encuentran al lado, sino enfrente de los intereses reales de los europeos. Europa no necesita para nada a la OTAN; no somos, no queremos ser las tropas coloniales de los EE.UU. La Europa unida, puede desplegar por sí sola, un ejército sobradamente fuerte en efectivos y tecnología como para satisfacer sus necesidades de defensa y más aún.
Europa sometida desde dentro (los nacionalismos)
Entiéndase bien, no estamos en contra de las justas reivindicaciones nacionales de los distintos pueblos de Europa; todo lo contrario, creemos en una Europa federal, una nación con muchas patrias. Pero lamentamos que los partidos y grupos nacionalistas se cierren en sus afanes independentistas (aguijoneados en gran medida por los chauvinismos centralistas de los gobiernos nacionales) y olviden incluir en sus programas la Europa federal, sin la cual sus ansias de independencia son sólo simples utopías.
Si antes hablábamos de la importancia geoestratégica de los grandes espacios, y concluíamos que territorios como Francia, España o Italia no son lo bastante grandes en extensión y número de habitantes para mantener una independencia real, ¿qué diremos de Euskal Herria, Cataluña o Irlanda?
Los nacionalismos sólo tienen futuro en el marco de una Europa unida, fuerte y federal; una Europa de las patrias que rechace los chauvinismos centralistas, pero que mantenga una cohesión lo bastante sustancial como para evitar grietas ante los problemas de política exterior y defensa. Ésta es la Europa que echamos en falta en los programas de los partidos nacionalistas; y debemos alertarles desde aquí que no se conviertan en lacayos del sistema y agentes globalizadores al fomentar la atomización de los estados europeos que alejaría para siempre la posibilidad de una Europa fuerte y unida que pudiera frenar la estrategia global.
No pensamos, por supuesto, que los nacionalistas hayan de renunciar a sus aspiraciones, sólo que han de adaptarlas al marco geoestratégico en el que vivimos. ¿O acaso importa algo que Cataluña o Euskadi, por ejemplo, sean “independientes” en el marco de la estrategia global?
Con lo que sí que hay que acabar es con los nacionalismos cerrados, llenos de rencores y de envidias. Es triste para un europeo, ver cómo entre los nacionalistas catalanes o vascos por ejemplo, se ha generado un rechazo hacia la cultura castellana, mientras que no apreciamos el mismo rechazo hacia la americanización o africanización de sus culturas. Entiéndase, no sólo hablamos de los “pequeños” nacionalismos, lo mismo que hemos dicho para los nacionalismos regionales, se debe aplicar a los “grandes” países. Es necesario si queremos construir Europa, pensar en clave europea. Ya no hay más franceses, españoles, italianos, suecos o daneses; para hacer Europa, primero han de hacerse los europeos.
La Europa unida, no se construirá como la suma de los nacionalismos chauvinistas, pues de ello sólo resultaría la suma de sus traumas, envidias, rencores y debilidades. La nueva Europa se basará en la unión real de los pueblos de Europa en un destino común y unitario.
Aunque parezca paradójico, el futuro de los nacionalismos está ligado al de la unidad de Europa; por lo menos el de los nacionalismos sinceros; los otros, como ya hemos dicho, son sólo agentes de la globalización.
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